Ciudad abierta, el legado de Rafael*

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Con mis estudiantes de arquitectura solemos hacer recorridos urbanos, buscando conocer de cerca obras valiosas en Bucaramanga. Las opciones no suelen ser muchas, debido a la precaria valoración del patrimonio que hemos sufrido durante décadas, pues gran parte de las mejores edificaciones que tenía la ciudad ya no están, o bien porque han sido remplazadas por edificios frívolos -producto de la implacable voracidad del mercado inmobiliario-, o bien porque se han transformado de manera desafortunada.

Así las cosas, el último recorrido fue al Campus de la UNAB en el barrio El Jardín. De ésta obra del arquitecto santandereano Rafael Maldonado Tapias se puede decir muchas cosas, muchas ya dichas por los arquitectos Silvia Arango y Alirio Rangel en el libro "Legado"–y más recientemente, por el hijo del arquitecto, el cineasta Lucas Maldonado Loboguerrero- en un libro sobre la vida y obra de su padre. ¿A dónde voy con esto? A que el recorrido por la UNAB permite ver que el sitio contiene una fuerza tal, que incluso hoy, tras años de reformas (muchas de ellas excesivas y desafortunadas con la concepción original) conserva aún el eco de las decisiones tomadas por el arquitecto, que significan hoy para todos, así no lo sepamos, un gran patrimonio que debemos valorar.

Por ejemplo, el campus consolida un modelo de ciudad abierta, sin un "acceso con portería y portero". Abierta por todos sus flancos, conectando al exterior sin restricciones. Esta decisión es probable haya sido producto de las férreas posturas de la generación de arquitectos de la Universidad Nacional de los años sesenta, que defendían a -capa y espada (pero con argumentos) el "hacer ciudad", y que entendían que para ello el espacio público era primordial. Otro factor es la lectura respetuosa de las prexistencias del lugar. Allí, Rafael Maldonado nos dejó un ejemplo de cómo las edificaciones pueden coexistir con el ecosistema natural, conservando árboles caracolíes y ceibas de más de 60 años de antigüedad que allí estaban y hoy permanecen.

El Campus UNAB permite a los vecinos pasar y disfrutar una suerte de parque acompasado de aulas, conectando un barrio con otro. Esto es urbanismo real y estratégico (que no táctico), con la fuerza de lo que está pensado para durar.

¡Cuánto tenemos que aprender de ejemplos buenos del pasado en términos de ciudad! ¡Cuántas ideas hemos olvidado, hipnotizados en los estanques turbios que nos parecen profundos!


Alejandro Ordóñez Ortiz

Jueves 4 de Julio de 2019


ACTUALIZACIÓN 20-11-2022

COMPARTIMOS EN LA SIGUIENTE GALERÍA ALGUNAS IMÁGENES DE ARCHIVO DE A.ORDÓÑEZ ARQUITECTURA DE LA ANTIGUA ESCALERA QUE CONDUCÍA A LA PLAZA MAYOR Y DEL ANTIGUO EDIFICIO DE BIBLIOTECA, facultad de música y edificio administrativo, todas obras DEL ARQ. RAFAEL MALDONADO TAPIAS.

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* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

http://www.elfrente.com.co/web/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=39713&fbclid=IwAR1uevEmK2tWH1RqQcyjPJm7m1ljVCYxk10hBNalO9QkHo1CrS6y0nk-sCM

Como un dolor de muelas *

La nostalgia urbana se vuelca sobre las fotografías de la Bucaramanga de antaño.  Muy a nuestro pesar, en muchas de las fotos del pasado se percibe más que hoy el orden propio de la planificación. La ciudad y su imagen era más clara, más rigurosa, con más unidad y para muchos, más acorde al apelativo de “la ciudad bonita”. Tomemos un ejemplo concreto; los paramentos (que son los límites de las edificaciones en relación a la calle) se planeaban respetando una línea continua, formando así perspectivas y visuales muy bien definidas.  Hoy en cambio, en distintas zonas de Bucaramanga se obliga a las obras nuevas a realizar retrocesos frontales que castigan fuertemente a los propietarios, pero más grave aún, se están produciendo con ello retranqueos de la línea de paramento, cuestión que deriva en que se generan “muelas” entre lo antiguo y lo nuevo, fomentando seriamente la percepción de temor y de inseguridad de quienes habitan la ciudad; pues una calle sin perspectiva clara y con posibles escondites, es una calle que nos parecerá naturalmente más insegura. Esta situación surgió a partir de la última modificación al POT (año 2014) -proceso que fue liderado por las dos alcaldías anteriores-, y afecta toda construcción nueva que se plantee hoy en el Centro, o en el barrio Antonia Santos, o en los bordes de la Av. Quebradaseca, la Cra 9na y la Cra 27.

Ahora bien, si la construcción de nuestra ciudad en sectores está colaborando a incrementar la percepción de inseguridad, ¿puede eso tener implicaciones con respecto a una mayor degradación de áreas céntricas?, ¿puede eso incluso menoscabar la capacidad de creación de nuevos emprendimientos, y por ende de empleos? Es muy probable que así sea, pues tal es la complejidad de lo urbano, en donde las cosas no están sueltas, sino que se relacionan como un sistema.  

En el tiempo de los hombres se suele decir que nunca es tarde para remediar algo, y dependiendo de la voluntad esto puede ser cierto. En el tiempo de las ciudades es un poco distinto. Los errores de planificación que se cometen pueden afectar a miles de personas incluso durante siglos, y es así como forjamos nuestro futuro. Quizás no sea tarde, pero urge una revisión crítica de este y otros muchos aspectos, para asegurar hacia dónde nos dirigimos como ciudad.

Alejandro Ordóñez Ortiz

Miércoles 5 de Junio de 2019

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* Artículo publicado en el espacio de opinión de la Fundación Participar. para el Diario El Frente

http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=38606