Hacer Arquitectura (Una conferencia de Rogelio Salmona)

En el año 2.000 se celebró un seminario internacional en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, denominado "El Futuro del Oficio", que giraba en torno a reflexiones sobre el quehacer arquitectónico en el contexto colombiano.

A dicho evento asistió el arquitecto colombo francés Rogelio Salmona, cuya ponencia compartimos a continuación.







Quédate en casa. ¿En cuál casa?

Fotografía: Asentamiento precario en construcción a orillas del Río de Oro en Bucaramanga - Fotografía de archivo suministrada por Citu Experiencia Local.

El coronavirus se ha encargado de demostrar, una vez más, la incapacidad histórica de los gobiernos en políticas y gestión de la vivienda social. Miles de personas hoy están recluidas en cuarentena obligatoria en espacios que no se pueden considerar propiamente como “viviendas”. Son construcciones localizadas en suelos residuales, hechas durante años con un esfuerzo apoyado en ingresos esporádicos y materiales producto del reciclaje: paredes de tabla y lonas, pisos de tierra pisada, algunos ladrillos producto de demoliciones, techos con plástico o tejas de zinc con piedras encima “para que no salgan volando” y servicios públicos malos o ausentes. Construcciones unas tras otras, en las que el hacinamiento, la insalubridad y la ausencia de oportunidades han sido una constante. Todo esto hace parte de la terrible y dramática situación de quienes habitan en asentamientos y barrios precarios.

Para el año 2012, un estudio realizado por la fundación Citu Experiencia Local, demostró que el porcentaje de la población del AMB en estas condiciones era nada menos que del 28%.  Además, que muchos de estos lugares se encuentran en zonas afectadas por serias amenazas naturales como deslizamientos e inundaciones, tal como vimos hace poco en la vía Piedecuesta-Curos y, muy probablemente, se verá a futuro en el Río de Oro (como pasó en el 2005). El refrán “tras de cotudos con paperas” se hace presente en el advenimiento de la COVID-19, que ataca, con mucho más rigor e injusticia, a las comunidades más pobres, más olvidadas, más robadas por la corrupción y más engañadas por la demagogia frente al sensible tema de la vivienda social.

¿Cómo será pasar una cuarentena en un lugar sin agua, o en un espacio reducido, bajo un calor abrasador por la ausencia de ventilación natural, o con una cubierta en teja metálica en este clima cálido? ¿Cómo será no sólo temer al virus, sino sospechar que el río, o el sismo, o el deslizamiento pueden acabar con la vida de todos sus seres queridos? Tal es el drama de quienes viven allí y tal es la sordera de los gobiernos frente a esta dura realidad, que hoy, a falta de proyectos y soluciones pertinentes, invierten recursos en pintar las “fachadas” de estos entornos precarios con colores llamativos. A semejante exabrupto ético suelen bautizarlo como “urbanismo táctico” u otros términos distractores para edulcorar la realidad. La falta de empatía histórica y la incapacidad gubernamental para dar solución a problemáticas que a la postre condenan vidas, también son como un virus mortal.

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

La arquitectura sacrificada

Recientemente un amigo me dijo: “los peores enemigos de los arquitectos son los políticos que se creen arquitectos”. Entrando en la conversación entendí que su punto hacía referencia a las presiones que existen sobre el oficio arquitectónico en Santander, sobre todo cuando se apunta hacia la consecución de obras públicas significativas, en donde la arquitectura mayoritariamente brilla por su ausencia.

(Foto: VANGUARDIA LIBERAL.)

(Foto: VANGUARDIA LIBERAL.)

El oficio de la arquitectura está a medio camino entre el arte y la técnica, y sobran definiciones, muchas poéticas y otras concretas. El más grande arquitecto de Colombia, el maestro Rogelio Salmona, decía que la arquitectura tiene que ver con la confluencia creativa entre historia y geografía, dirigida hacia la solución poética de las necesidades existenciales de la gente. Tristemente, esa definición profunda que da origen al ejercicio ético de la arquitectura, se ve fuertemente presionada por las ideas caprichosas y ególatras de algunos gobernantes de turno, quienes caen en un juego de creerse arquitectos y urbanistas -siendo mayoritariamente abogados o administradores-, y van gestando las pautas principales de proyectos insustanciales, descontextualizados, atiborrados de malas decisiones, mal gusto y abismal feúra. Basta asomarse por los más grandes (en metros cuadrados) proyectos turísticos de Santander: Panachi y el Santísimo, para ver cómo sus materiales y colores desentonan con el majestuoso, desértico, ocre y marrón Cañón del Chicamocha, y el verde, boscoso y biodiverso Cerro de la Judía respectivamente. El análisis del sitio, tan importante en la gestación de proyectos, parece no importar, pues la topografía inicial es fuertemente agredida en un proceso en el que retroexcavadoras y cientos de volquetas extraen tierra (facturando muchos viajes) aplanando en lo posible esos escenarios. ¿Y qué decir de la búsqueda estética de las construcciones? Seguimos enfrascados en la imagen cliché del “pueblito” o de un remedo del “high tech” totalmente contrarios a los sistemas espaciales que nos legó la historia colonial o al énfasis en los detalles constructivos resueltos con maestría en el expresionismo estructural. En resumen, en esas ecuaciones “creativas” que dirigen los gobernantes de turno jugando a ser arquitectos -y con la complicidad de quienes se pliegan a sus caprichos-, la arquitectura resulta ser la gran sacrificada.

Recientemente en Vanguardia, un columnista recomendaba a la Gobernación de Santander que los nuevos parques fueran diseñados por “afamados arquitectos del nivel nacional e internacional”.  No estoy de acuerdo con esta recomendación, pues se presta para una escogencia sin pluralidad de oferentes y da la impresión que desestima el talento local. El gremio, mudo la mayoría de las veces, podría ser defendido por la SCA invitando a la realización de concursos abiertos que promuevan la elección de los diseños en franca lid para el desarrollo definitivo de los proyectos, en donde las ideas de Arquitectura con A mayúscula triunfen por encima de las ideas gastadas de políticos con mal gusto. 

¿Se repetirá la historia con PAMUCA? ¿Será nuevamente la arquitectura la gran sacrificada en este nuevo capítulo de los proyectos con el sello Aguilar? Esperemos que no por el bien de nuestra cultura e identidad.

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* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

La casa de los hombres y las mujeres (y la de los políticos)

Fue la rudeza de la intemperie la que llamó al ser humano a entrar con sus pares en cuevas, a hacer fuego buscando calor y protección, a dibujar los míticos toros en Altamira decorando aquella piedra y trayendo consigo la primigenia noción del hogar. La casa, en su evolución, ha sido objeto de un millar de interpretaciones, todas ligadas al corazón de los hombres, su cultura y su tiempo. Desde las viviendas palafíticas en el pacífico hasta la casa de la cascada de Wright en Pensilvania. Desde las viviendas indígenas en la Sierra Nevada -localizadas en pequeñas terrazas- hasta las casas modernas en las estribaciones de los cerros orientales bogotanos, todas, sin excepción, en mayor o menor medida, han sido la búsqueda por responder a la incesante necesidad de protección y adaptación a la naturaleza, en donde además, pueda la vida privada transcurrir con dignidad, como baluarte necesario a la noción pública que implica el vivir en sociedad.  

La casa es también el reducto de los primeros recuerdos: el rinconcito en el que los niños jugaban y les parecía un lugar gigante, o la cocina y sus olores cuando hacían arroz con leche o melcochas, o la calidez inigualable de la cama de los padres. La casa es el lugar al que se vuelve una y otra vez en recuerdos y nos trae consigo parte de su espacialidad y las vivencias depositadas allí, lo que nos devuelve a lo importante, a la noción del paso del tiempo y su imbricada relación con lo que construimos.

Si todos jugamos, dormimos, comemos y amamos en un entorno construido (residencial en su mayoría, pues la mayor parte de las ciudades son viviendas) ¿por qué prestamos tan poca atención a lo omnipresente, a lo que tanto nos afecta?  Hoy el debate sobre la vivienda más urgente, la vivienda social, ni siquiera está sobre la mesa. Hoy es usual que los gobernantes presenten proyectos de vivienda VIS y VIP (si es que lo hacen y no sólo se dedican a pintar barrios pobres de colores) en donde el énfasis está puesto en la cantidad y nunca en la calidad. Diez, veinte, treinta mil viviendas se convierten en promesas, pero no se habla de cómo serían, o qué modelo de ciudad se persigue con su construcción. Lo usual es repetir incesantemente una diminuta célula de vivienda localizada en un suelo residual (de bajo costo) a las afueras de los municipios, sin transporte, sin equipamientos, con dificultades de prestación de servicios; en resumen, viviendas sin ciudad en donde salir de la pobreza es mucho más difícil. Las cifras de los políticos son descaradamente proporcionales a su incapacidad de planificar soluciones dignas. En este sentido, los cimientos de la vivienda necesaria para la construcción de la ciudad, están hoy fundados sobre ignorancia y ambición más que sobre el debate urbano, arquitectónico y social que se necesita para construir, entre todos, un modelo de ciudad digno de vivir.


Alejandro Ordóñez Ortiz

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente / 24 de Enero de 2020


Los barrios de los abismos

Recientemente fueron entregados los resultados del proyecto Los Barrios de los Abismos: historia y formas de habitar en las comunas de la escarpa occidental de Bucaramanga, desarrollado por el Grupo de Acción Territorial y la fundación Citu Experiencia Local, con el apoyo del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga. En este trabajo se aborda la historia de los barrios La Joya y Campohermoso, lugares que representan a muchos barrios de Bucaramanga en su calidad de limitar con la escarpa occidental de la meseta, la cual ha estado históricamente expuesta a fenómenos erosivos, ya en su mayoría controlados.

El trabajo está estructurado desde dos vertientes: la historia y la etnografía, usando una narrativa transmedia, que combina cortos documentales en video (en donde se consignan testimonios de habitantes representativos de los dos barrios), junto con fuentes de archivos históricos y reflexiones teóricas elaboradas por un equipo profesional de diferentes disciplinas (historia, arquitectura, antropología y comunicación).

Este estudio apunta a entender las formas en que se habita en aquellos barrios de los abismos, analizando las singulares relaciones que se tejen en esa frontera topográfica que caracteriza estas zonas de la ciudad, entendiendo dinámicas sociales y culturales allí presentes y evidenciando los procesos de adaptación de estos barrios -mediante arduas luchas comunitarias- al complejo fenómeno de la erosión y a la necesidad de la prestación de servicios domiciliarios. De igual forma, se destaca en la investigación el rigor para comprender la génesis de la urbanización, así como las relaciones complejas que existen actualmente entre los barrios del borde con algunos asentamientos precarios que surgieron posteriormente en las laderas erosionadas. A su vez, rescata y valora los eventos culturales y barriales que hoy son patrimonio en estas comunidades, como lo son los festivales de las cometas y el festival de las expresiones rurales y urbanas.

Las ciudades son reflejo de sus habitantes. Y en una analogía con el ser humano, quizá solo las ciudades que se conocen a sí mismas, pueden aspirar a ser honestas con la construcción de su futuro, paso indispensable para llevar a cabo cualquier cambio. Es preciso que este tipo de trabajos se repitan o se amplíen, pues rescatan la memoria urbana y barrial, que es imprescindible salvaguardar y comunicar, un intangible de enorme valor.

Puede consultar el trabajo de Los barrios de los abismos haciendo click en este LINK



Alejandro Ordóñez Ortiz

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente / 8 de Enero de 2020

EMPRENDEDORES EN LAS CALLES

Naranjas, mandarinas, piñas y manzanas. También sombrillas, aguacates y minutos a cualquier destino, junto a medias, raquetas para matar zancudos, blusas y leggins (con maniquí incluido). Más abajo las gafas de sol, los zapatos, el yacón, las billeteras, las correas y el almanaque Bristol. Flotadores y piscinas inflables, ropa, juguetes y parlantes bluetooth. Las espigas de trigo para la prosperidad, las astromelias y las estrellitas de Belén se acomodan junto a la promoción de cuatro pares de medias por cinco mil. “Mire el reloj sin compromiso joven, lo tiene a la orden”. 

Carmen cuenta que antes trabajaba en estética, y que en cada corte se ganaba el 50%, pero “desde que llegaron los venezolanos el negocio se puso malo porque se regalan hasta por el 20”, con lo que le va mejor vendiendo las tiras transparentes que ella misma fabrica y que le dejan –“si el día está bueno”– unos treinta mil pesos, suficiente para pagar la cuota de un crédito gota a gota, el arriendo del cuarto que tiene en el Alfonso López y los gastos. Me cuenta además la historia de su hijo que es latonero y ahora también vende en la calle, pues el negocio de la latonería “se puso malo”.

Todo esto pasa en el Paseo del Comercio en Bucaramanga, una calle peatonal donde confluye la complejidad de la realidad económica, social y política de Colombia. Por décadas los vendedores ambulantes, emprendedores expulsados de la economía formal, han sido tratados de formas altisonantes: de la represión policiva han pasado a reubicaciones en lugares de poca afluencia; también han sido objeto de la indiferencia que lleva implícito el “hacerse el pingo”, y recientemente, se han definido planes de aprovechamiento económico del espacio público que no han salido como se esperaba. En este panorama, el emprendimiento informal ha crecido sin pausa en este Paseo, y cualquier día está atiborrado de ofertas y compradores de todo tipo. 

¿Por qué han prosperado tanto estas ventas y por qué han fracasado las políticas en torno a regular este mercado informal? ¿Por qué no se formalizan estas personas? ¿Qué influencia tiene la diáspora venezolana en este fenómeno?  Estas preguntas deberían ser resueltas por las autoridades encargadas de pensar el futuro urbano. El espacio público existe en todos los países, pero solo en donde las economías son precarias este se suele ocupar por vendedores ambulantes, pues la gente se lanzará a montar negocios en la precariedad de las calles si su necesidad lo demanda. Quizás una solución a este fenómeno no se encuentre enmarcada sólo en ese espacio urbano, sino que también, como decía Rothbard “la mejor manera de ayudar a los pobres es reducir los impuestos y permitir que el ahorro, la inversión y la creación de empleos continúen sin obstáculos”. Esto aplica no sólo para aquellos emprendedores en las calles que podrían hacer la transición a  microempresas, sino para los empresarios que intentan crecer para generar así más empleos formales.


Alejandro Ordóñez Ortiz

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente / 21 de Diciembre de 2019

Bucaramanga, a pie

Una mujer de la tercera edad caminando por la calzada - Barrio Mejoras Públicas

Una mujer de la tercera edad caminando por la calzada - Barrio Mejoras Públicas

La meseta de Bucaramanga es relativamente pequeña, su diámetro oriente-occidente (entre los cerros orientales y la escarpa occidental) es en promedio de tres kilómetros y su diámetro norte-sur (desde la UIS hasta la Puerta del Sol) es de casi cuatro kilómetros.  Teniendo en cuenta que la velocidad promedio de un ser humano al caminar es de cinco kilómetros por hora, atravesar la ciudad en línea recta en uno de estos dos sentidos tomaría menos de una hora. Ahora bien, si las distancias de la meseta son viables para recorridos peatonales, ¿por qué tenemos andenes tan deficitarios como los actuales? Más aún, si diariamente miles de personas caminan por aquellas infraestructuras peatonales maltrechas, ¿por qué no atendemos adecuadamente esa necesidad de movilidad peatonal, enteramente sostenible y saludable?

Durante décadas, los peatones han sido, en esencia, el eslabón perdido de la pirámide de la movilidad sostenible en Bucaramanga. Basta ver los andenes casi inexistentes del centro histórico de la ciudad, o cómo existen resaltos y cambios en los niveles en los andenes de Cabecera, Álvarez, Provenza, San Francisco, Girardot, Conucos y un largo etcétera, para darnos cuenta de esta situación. Son pocos los recorridos peatonales en donde se cumplen los criterios del Manual de Espacio Público de Bucaramanga, y más aún, son pocos los árboles que acompasan con su sombra el andar en este clima cálido y benéfico que nos tocó en suerte. Es común ver postes, señales, semáforos y hasta huecos en medio de los andenes. Las rampas para las personas con discapacidad muchas veces no cumplen las pendientes requeridas para facilitar una accesibilidad óptima y segura. Por otra parte, los proyectos de rehabilitación de las franjas peatonales suelen hacerse discontinuos en términos de planeación urbana, omitiendo matrices de origen y destino. Así, por ejemplo, no existen andenes de calidad para conectar distintos parques del centro de la ciudad, o más grave aún, ir de Cabecera al Centro en silla de ruedas implica transitar por la calle en compañía de motos, camiones, taxis y buses.

¿Cuánto valoraría usted caminar con comodidad por la ciudad bajo la sombra de guayacanes, gualandays y pomarrosos, alternados con iluminación y mobiliario urbanos? ¿Por qué no terminar la definición de andenes de la Cra 33, dando continuidad al proyecto que definió en su momento Germán Samper Gnneco y que se interrumpió en la Calle 45? ¿Por qué no construir mediante una infraestructura pública y de bajo costo, andenes que refuercen nuestro sentir e identidad?

Las infraestructuras que logran leer la identidad de un pueblo y se diseñan y construyen con criterios de calidad técnica y estética son, en esencia, un gran acierto. Ellas dinamizan la economía, favorecen la seguridad urbana, vuelcan los aspectos positivos hacia lo público, embellecen la ciudad y renuevan el sentido de la urbe como construcción cultural. En resumen, dan valor a una ciudad.

Los andenes como infraestructura básica son todavía una necesidad pendiente para la Bucaramanga de a pie.


Alejandro Ordóñez Ortiz

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente / 8 de Diciembre de 2019

Ciudad precaria*

Cantidad y localización de asentamientos y barrios precarios. Fuente: Archivo Citu Experiencia Local, Laboratorio de Proyectos Urbanos | Año 2012

Cientos de barrios y asentamientos del Área Metropolitana de Bucaramanga tienen profundas condiciones de precariedad urbana. Las cifras más actualizadas corresponden a un diagnóstico realizado en el año 2012 por el Laboratorio de Proyectos Urbanos Citu Experiencia Local, el cuál registró la existencia de 234 asentamientos y 134 barrios precarios en el AMB, para un total a esa fecha de 290 mil habitantes. Pero, ¿cómo entender la precariedad desde el ámbito físico? La construcción de la ciudad tiene consigo tres fases: la urbanización, la parcelación y la edificación. La primera fase es la adecuación de estructuras y redes de soporte (vías, andenes, espacios públicos, servicios públicos, etc).  La segunda fase consiste en la división de una parte del territorio en predios menores, atribuyéndole a suelos rurales características urbanas. La tercera y última fase, es propiamente la construcción de edificaciones, principalmente viviendas. Pero, tal como explica Solá Morales, estas tres fases no son actos simultáneos ni encadenados siempre de la misma manera. De hecho, en los orígenes de los procesos informales de construcción de ciudad, la fase de urbanización - responsable en gran medida de dotar los elementos que condicionan un hábitat digno- simplemente no está presente. Hablamos, por ejemplo, de fincas en los límites difusos de la ciudad que se fueron subdividiendo y vendiendo como lotes pequeños -mediante promesas de compraventa o mediante la figura del proindiviso-, en donde la propiedad inicialmente es colectiva y luego se legalizan con escrituras individuales que otorgan los derechos de propiedad. Se estima que aproximadamente el 60% de la ciudad construida en Latinoamérica no la produce el sector formal, sino aquel constructor anónimo que resuelve la necesidad de miles dentro de las economías informales. Estos orígenes en la ocupación del territorio dejan por fuera al urbanismo: son barrios que no cuentan desde sus inicios con las infraestructuras públicas que los hacen barrios propiamente dichos. Sin vías ni andenes, con sinuosas peatonales trepándose por laderas, sin espacios públicos y, lo más grave para nuestro contexto, en lotes muchas veces afectados por amenazas naturales (por ejemplo, en franjas inundables como en el Río Frío, en terrenos erosivos o proclives a los deslizamientos como en la Comuna 14-Morrorico).

En el AMB esas porciones ya existen y están en continuo crecimiento frente a la mirada pasiva e irreflexiva de las autoridades. Mientras tanto, en vez de crear políticas locales de acceso a la vivienda, se han publicitado estrategias de distracción como por ejemplo pintar las fachadas de los barrios y asentamientos precarios con colores llamativos, maquillando estéticamente problemas profundos, lo que abre además todo un debate sobre la ética de esas actuaciones.

Urge pensar específicamente en cómo disminuir y controlar el crecimiento de la ciudad precaria. Para el presente, una estrategia primordial es hacer un seguimiento continuo a la problemática. ¿Qué se está construyendo, cuál ha sido su evolución, dónde y cómo se está produciendo el fenómeno? Sin información actualizada y confiable será imposible afrontar el problema.

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Alejandro Ordóñez Ortiz

27 de Noviembre de 2019

* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=44960&fbclid=IwAR0-W6IBBbBxiigU3TSfp14zfPa_UT9x_c_U04DLovaxV5S5I56Bs7OdH7Y

Ciudad Espejo

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Lo que hacemos es reflejo de lo que somos y esto es especialmente cierto para los edificios y los espacios urbanos que son, ante todo, una construcción cultural. ¿Cómo somos entonces si nos vemos en el espejo que es la ciudad? La calidad de nuestros andenes indica que nos falta empatía, que importan poco los adultos mayores, los padres de familia que llevan sus niños en coches, las personas en silla de ruedas, los niños que van caminando junto a sus padres al colegio. Los andenes de Bucaramanga parecen un escenario para entrenar parkour, con obstáculos, postes, desniveles, texturas, algunos muy angostos y otros inexistentes. Los caminantes son los eslabones olvidados de la movilidad.

Siguiendo con el ejercicio, a juzgar por las quebradas y los ríos, nos falta coherencia: Nos rasgamos las vestiduras por el agua del páramo de Santurbán, pero le descargamos las aguas negras a nuestros ríos, convirtiendo en cloacas el rio Suratá, el río Frío y el Río de Oro, y con ello, más adelante al Magdalena. Marchamos y cantamos prestos bajo la consigna de "agua sí oro no", pero las quebradas y ríos que contaminamos con nuestras descargas mal tratadas también son agua y la necesitan santandereanos más abajo.

¿Y cómo somos si nos miramos en el reflejo de algunos edificios recientes? Vivimos una época en que cada uno cree portar un mensaje único e irrepetible, lo que consolida las bases para una ciudad en donde egos ávidos por sobresalir y hacerse notar estentóreamente han cimentado sus construcciones en arribismo, incultura estética y desdén por la historia local. Colman sus edificaciones de colores estridentes o las estructuran con fórmulas que evocan la arquitectura de otra parte (la de Miami, Dubái, Barcelona) y nombran a los edificios con palabras en otro idioma, usualmente en inglés.

Es dolorosamente contrastante que donde había una casa con valor arquitectónico, aparece una edificación enorme con vidrios reflectivos y luces de colores, que evocan más bien a un casino. Donde antes se veían los cerros, ahora está La Torre. Es como si desdeñáramos el sentido de urbanidad y unidad con el que se construyeron nuestros barrios originalmente, el sentido que le dio su apelativo a La Ciudad Bonita. Al paso que vamos, le estamos destruyendo a estos barrios su carácter, haciendo arquitecturas que contradicen el sentido del lugar. La crisis ya se está viendo en términos de transporte, pero es más profunda en términos de identidad.

Pero no todo es malo en aquel reflejo de la ciudad. También hay muchos ejemplos de que ha habido inteligencia y precaución. Uno de ellos es que en 1965 se creó la CDMB y se propuso controlar el fenómeno de la erosión con acciones coherentes, como la restauración ecológica de las escarpas erosionadas, convirtiéndolas poco a poco en un copioso bosque que hoy fortalece la estructura ecológica y que tuvo un efecto de contención en el suelo tan bueno, que prácticamente no tenemos que pensar en ello y lo damos por sentado.

Somos lo que hacemos, por tanto, ver la ciudad es vernos a nosotros mismos.



Alejandro Ordóñez Ortiz

9 de Noviembre de 2019

* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=44361&fbclid=IwAR1hRHx4ZLKp_Vz-FiO1H1vvDwp6zifJPpnKkDkWQYAbkIkWEXE3xLaWq7Q


El sentido del arte

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Compartimos un artículo reciente sobre la polémica desatada en Bogotá por la conservación de los #Columbarios, cerca al Cementerio Central, en donde están enfrentadas dos posiciones: por una parte la del alcalde Enrique Peñalosa y por otra la de la artista santanderena Beatriz González.

En el artículo se consultó la opinión del arquitecto Alejandro Ordóñez Ortiz director de A. Ordóñez Arquitectura

https://www.vanguardia.com/colombia/el-sentido-del-arte-FA1561733?fbclid=IwAR22hcffbXH3HLhjgX9MWA4WYo3Sc1WPg_4TKrkMFLd6ynOgOrf2QR0UXdE

El mico del POT*

Imagenes: Extractos de los planos de Edificabilidad (Sector 8 y 10 en Fichas Normativas del POT-2G de Bucaramanga). En círculos rojos se señalan los barrios y sectores afectados en su edificabilidad a partir del frente de predios.

Imagenes: Extractos de los planos de Edificabilidad (Sector 8 y 10 en Fichas Normativas del POT-2G de Bucaramanga). En círculos rojos se señalan los barrios y sectores afectados en su edificabilidad a partir del frente de predios.

El POT actual de Bucaramanga, aprobado en 2014, redefinió los índices de construcción y ocupación, lo cual alteró el valor del suelo porque un predio se valoriza en proporción con su potencial de construcción. Esta redefinición del valor del suelo no fue igualitaria, en especial en barrios populares, donde se establecieron profundas diferencias entre la edificabilidad de los predios pequeños en comparación con los predios grandes. Ejemplo de ello es el barrio Girardot, que en su gran mayoría está compuesto por predios que no superan los 15 metros de frente. Allí la normativa urbana define una edificabilidad que permite un máximo de tres pisos cuando el frente del predio es menor a 40 metros, –prácticamente todo el barrio en su estado actual, pero favorece a los predios que superen esta dimensión al permitirles el doble del índice de construcción y estableciendo una altura libre. ¿Cómo se traduce esto en la práctica? En que los predios pequeños sufren una reducción de su valor (lo que favorece evidentemente su compra a menor precio). Con suficiente capital se adquieren tres o cuatro de estos predios relativamente baratos, se engloban para obtener un frente de predio que supere los 40 metros y, con ello, se ajusta a la norma que permite la construcción masiva y en altura. Así, tras haber comprado varios predios pequeños a bajo costo se terminan multiplicando el número de metros cuadrados que se venden al final.

En este proceso, quedan por fuera de la competencia muchos constructores pequeños que dan vida a emprendimientos familiares, pues sólo los peces gordos tienen el capital suficiente para comprar cuatro o más predios y producir el englobe que hace posible el gran negocio inmobiliario. Este proceso produce, intencional o inconscientemente, lo que en la literatura urbana se conoce como gentrificación: el desplazamiento de la comunidad originaria a través de la compra de los predios a bajo costo, para establecer luego oportunidades de compra destinadas a una población con mayores recursos económicos. El del barrio Girardot no es un caso aislado, se está dando también en los barrios Chapinero, Gaitán, San Rafael, Chorreras, Concordia, Gómez Niño, Ricaurte y en parte del Centro y García Rovira.

La renovación urbana es positiva y necesaria, pero debe considerar al pequeño propietario y su contexto socioeconómico, permitiendo que él también prospere a través del usufructo de su predio. Es muy grave que se pretenda una renovación a costa de restringir la viabilidad de inversión en unos predios, inclinando la ventaja del mercado inmobiliario a favor de grandes capitales capaces de englobar, en una materialización prosaica del vetusto adagio “la plata llama plata”. Urge para los candidatos a la Alcaldía tomar una posición frente a este tema y definir con claridad si están dispuestos a llevar a cabo una revisión crítica de este mico del POT.



Alejandro Ordóñez Ortiz

17 de Octubre de 2019

* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=43554

La ciudad importada*

El nuevo desarrollo urbano requiere de adaptación a fenómenos como el cambio climático o el acelerado proceso de urbanización global. Se busca, mediante agendas internacionales traídas a lo local, que las ciudades sean coherentes con la pirámide de la movilidad sostenible, en donde andenes y ciclo-rutas permitan desplazamientos a pie y en bicicleta que sean protagónicos, posibles y seguros; que las urbes puedan incorporar respetuosamente a la flora y fauna local, incentivando la siembra de árboles nativos y salvaguardando zonas de protección; que los centros urbanos se dinamicen y que vuelva la vida residencial; que se atienda al problema de la planificación, desde la escala metropolitana y la de comunas y los barrios, entendiendo sus problemáticas y dotándolos de infraestructuras que incrementen la calidad de vida, a la par que se reduzcan los desplazamientos motorizados; y que la expansión urbana pueda hacerse de forma inteligente, creando sub-centros y evitando crear periferias miserables.

En las ciudades intermedias, los anteriores principios, todos loables, son adoptados por gobiernos locales con un discurso político excesivamente cargado de imaginarios idílicos, con referencias recurrentes hacia el primer mundo. Es entonces cuando se citan las experiencias genéricas de Ámsterdam y Barcelona, y de cómo Medellín y Bogotá han avanzado en lucir como ciudades europeas que algún mandatario visitó en sus vacaciones. Paradójicamente, ese futuro importado no viene acompañado de pedagogía urbana o de un análisis de lo que somos, de nuestra historia y mucho menos de nuestra geografía. Siempre “el futuro” está en otra parte, nos llega desde arriba. Ese parece el estribillo de los gobernantes que hemos tenido en las últimas dos décadas. Pronto, esas imágenes del primer mundo devienen en proyectos, y es aquí donde suele darse una bifurcación de caminos si el proyecto en sí mismo ha sido mal concebido (al no haber atendido el contexto y la complejidad local), tal como es el caso del proyecto de ciclo infraestructura para Bucaramanga:  por una parte, el discurso político se queda rebobinando aquella fantasía imaginada, pataleando y culpando a otros de por qué aquella fantasía del primer mundo no se cumplió, y por otra, los aspectos normativos, técnicos y constructivos se van estrellando unos tras otros de bruces contra la realidad misma.

En este panorama, es preciso encontrar soluciones a nuestras problemáticas urbanas cuidándonos de imágenes y modelos foráneos aplicados sin pensamiento crítico. Se requiere hoy más que nunca encontrar mecanismos de participación que promuevan soluciones integrales a cada una de nuestras realidades, tomando aquello que nos sirve y que pueda ser aplicado sin generar traumas mayores a los ya existentes.

Un proyecto mal planificado es ante todo una oportunidad perdida.


Alejandro Ordóñez Ortiz

19 de Septiembre de 2019


* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=42625&fbclid=IwAR2-S3oMBH1Y4n_24PAY5vsNU_d2H1sKvmOCjR1uRI1tVQsoZ5MoaFlXhrU

CICLO-INFRAESTRUCTURA EN BUCARAMANGA - PARTICIPACIÓN EN EL PROGRAMA RADIAL "PIDO LA PALABRA" -

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Programa radial Pido la Palabra de la Fundación Participar, con la participación del filósofo Iván Leal (Líder de la Junta de Acción Comunal de la Comuna 15 - Centro de Bucaramanga) y el arquitecto Alejandro Ordóñez Ortiz, director de A. Ordóñez Arquitectura.

El programa trató sobre el proyecto de 17.4 kms de ciclo infraestructura que adelanta la Alcaldía de Bucaramanga en la ciudad. El arquitecto Ordóñez aportó elementos técnicos y críticos para el debate, haciendo énfasis en cómo el proyecto en cuestión tiene falencias en cuanto a la lectura del territorio, en aspectos relativos a la evolución de algunos sectores en Bucaramanga y sus estructuras prediales, así como aspectos de funcionalidad ligados a la relación que existe entre las vías y los usos y actividades urbanas.

Lo invitamos a escuchar el audio del programa en el siguiente link 👇👇👇


Mario Pilonieta, vida en modernidad *

La arquitectura moderna en Colombia fue un periodo de excepcional producción espacial, que está enmarcado en gran medida entre las décadas de los 50’s a los 70’s y que se desarrolló en muchas ciudades colombianas gracias a las primeras generaciones de arquitectos de la Universidad Nacional, institución que tuvo en su plantel docente a inmigrantes europeos que habían estado en permanente contacto con la vanguardia de la modernidad. En la Nacional muchos arquitectos “de provincia” se formaron con grandes docentes como Bruno Violi, Leopoldo Rother, e incluso con el maestro colombo español Fernando Martínez Sanabria. Ese es el contexto histórico y de conocimiento en el que se forjó el arquitecto bumangués Mario Pilonieta González.

Mario es un arquitecto prolífico, un gran maestro. Su vida haciendo buena arquitectura representa un legado invaluable para la cultura local, pues ha diseñado gran parte de los mejores edificios que componen el paisaje urbano en Bucaramanga. Ejemplo de esto es el Aula Máxima de Ingeniería Mecánica en la UIS, que fue declarada Bien de Interés Cultural por el Gobierno Nacional y recientemente fue restaurada con gran calidad en un proceso que devolvió a la comunidad universitaria este gran patrimonio. De igual forma, de su creatividad surgieron los demás edificios “clásicos” de la UIS, así como los edificios de la Cámara de Comercio de Bucaramanga,  el de Vanguardia Liberal, la Clínica Carlos Ardila Lülle, el Colseguros, muchos edificios de vivienda emblemáticos como el Santa Lucía, las Torres de San Pío, el edificio Leo, y el San Felipe, por citar algunas cuantas de sus más de quinientas edificaciones. A él le debemos que existan el lago de la UIS y la Concha Acústica del Parque de Mejoras Públicas (cuando era abierto, cuando era parque). En el campus de la Universidad Santo Tomás fue el diseñador de los  edificios Fray Angélico y Santander, uno de los cuales alberga a la Facultad de Arquitectura, en la que Mario es docente desde su fundación hace más de cuarenta años.

En Mario ha confluido el talento y el ánimo de mejorar cada día. Recientemente me dijo: “la arquitectura es amplia. Siempre se puede hacer algo nuevo. Cada vez que me propuse un nuevo trabajo me decía, ¿qué puedo hacer nuevo, distinto, que sea mejor que mi obra anterior?”. Creo que en parte eso resume la obra de Mario, una creación en búsqueda de edificios que no sólo han sabido perdurar con encanto, sino que han interpretado bien las necesidades de los usuarios hacia respuestas nuevas y creativas.

En Mario muchos arquitectos encontramos los gestos de sabiduría que representa querer unir la teoría a la práctica, algo tan escaso como necesario para el ejercicio del oficio arquitectónico hoy en día.


Alejandro Ordóñez Ortiz

28 de Agosto de 2019

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* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

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La ciudad y los cerros *

En el Museo de Arte Moderno de Bogotá existe un ventanal que encuadra lo que parece un cuadro más: los cerros bogotanos. El hecho no es fortuito. El autor del proyecto, el renombrado arquitecto Rogelio Salmona, creía que Bogotá debía relacionarse respetuosamente con los cerros, pues los asimilaba como un patrimonio ambiental y paisajístico. ¿A qué viene esta anécdota? A que la relación de los bogotanos con sus cerros ha sido quizás más respetuosa que la relación que ha establecido Bucaramanga con los suyos, los “Cerros Orientales”. Por ejemplo, la Bucaramanga formal ha negado a sus cerros: el sector de Cabecera del Llano ha vivido un proceso edificatorio, principalmente de torres, en el que los edificios compiten por cuál es más alto, construyendo un telón de cemento y ladrillo que cierra la visual a los cerros desde la meseta. El paisaje, ese patrimonio natural que nos identifica, negado tras construcciones que, como ombligos, sólo se miran a sí mismas desde el espejo inmobiliario, sin reparar en la relación entre lo urbano y lo ambiental. Por otra parte, al costado norte de esa cadena montañosa, la ciudad informal atropella los cerros de otra forma, ya no desde la negación, sino desde la edificación en sí misma, en lo que es hoy uno de los sectores más poblados: la Comuna 14. Pequeñas casas que hace décadas comenzaron entre madera y plástico, hoy están consolidadas con materiales duraderos (ladrillo, cemento, tejas) dejando muy pocas zonas verdes a su paso. Una ciudad precaria de una vivienda sobre otra, todas sobre la montaña (en el esfuerzo sostenido de sus habitantes por hacerse a un lugar donde vivir), pero sin planificación ni urbanismo, con problemas de estabilidad de suelos, con mucha deforestación y con riesgos asociados a nuestro contexto sísmico. Estos son dos ejemplos de cómo distintos ámbitos socioeconómicos de la ciudad han sacrificado a los Cerros Orientales en su proceso de desarrollo.

En este panorama de lo que somos y hemos sido, vale la pena volver a encontrarnos con los Cerros Orientales, ese patrimonio ambiental de Bucaramanga; acercarnos para poder apreciarlos y valorarlos, pero esta vez hacerlo bien. En ese sentido, es positivo el aporte que hace el proyecto “Bosque de los Caminantes”, planteado por la actual alcaldía, pues busca incentivar la preservación y conservación de los Cerros Orientales mediante una intervención sensible y respetuosa que permite una experiencia peatonal para reconocer los cerros como un espacio público al que podamos acceder de forma segura. Así, podremos encontrarnos con unos cerros donde los protagonistas sean la conservación y restauración del paisaje, la fauna y la flora.

Alejandro Ordóñez Ortiz

24 de Julio 2019

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* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=40461

 

Ciudad abierta, el legado de Rafael*

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Con mis estudiantes de arquitectura solemos hacer recorridos urbanos, buscando conocer de cerca obras valiosas en Bucaramanga. Las opciones no suelen ser muchas, debido a la precaria valoración del patrimonio que hemos sufrido durante décadas, pues gran parte de las mejores edificaciones que tenía la ciudad ya no están, o bien porque han sido remplazadas por edificios frívolos -producto de la implacable voracidad del mercado inmobiliario-, o bien porque se han transformado de manera desafortunada.

Así las cosas, el último recorrido fue al Campus de la UNAB en el barrio El Jardín. De ésta obra del arquitecto santandereano Rafael Maldonado Tapias se puede decir muchas cosas, muchas ya dichas por los arquitectos Silvia Arango y Alirio Rangel en el libro "Legado"–y más recientemente, por el hijo del arquitecto, el cineasta Lucas Maldonado Loboguerrero- en un libro sobre la vida y obra de su padre. ¿A dónde voy con esto? A que el recorrido por la UNAB permite ver que el sitio contiene una fuerza tal, que incluso hoy, tras años de reformas (muchas de ellas excesivas y desafortunadas con la concepción original) conserva aún el eco de las decisiones tomadas por el arquitecto, que significan hoy para todos, así no lo sepamos, un gran patrimonio que debemos valorar.

Por ejemplo, el campus consolida un modelo de ciudad abierta, sin un "acceso con portería y portero". Abierta por todos sus flancos, conectando al exterior sin restricciones. Esta decisión es probable haya sido producto de las férreas posturas de la generación de arquitectos de la Universidad Nacional de los años sesenta, que defendían a -capa y espada (pero con argumentos) el "hacer ciudad", y que entendían que para ello el espacio público era primordial. Otro factor es la lectura respetuosa de las prexistencias del lugar. Allí, Rafael Maldonado nos dejó un ejemplo de cómo las edificaciones pueden coexistir con el ecosistema natural, conservando árboles caracolíes y ceibas de más de 60 años de antigüedad que allí estaban y hoy permanecen.

El Campus UNAB permite a los vecinos pasar y disfrutar una suerte de parque acompasado de aulas, conectando un barrio con otro. Esto es urbanismo real y estratégico (que no táctico), con la fuerza de lo que está pensado para durar.

¡Cuánto tenemos que aprender de ejemplos buenos del pasado en términos de ciudad! ¡Cuántas ideas hemos olvidado, hipnotizados en los estanques turbios que nos parecen profundos!


Alejandro Ordóñez Ortiz

Jueves 4 de Julio de 2019


ACTUALIZACIÓN 20-11-2022

COMPARTIMOS EN LA SIGUIENTE GALERÍA ALGUNAS IMÁGENES DE ARCHIVO DE A.ORDÓÑEZ ARQUITECTURA DE LA ANTIGUA ESCALERA QUE CONDUCÍA A LA PLAZA MAYOR Y DEL ANTIGUO EDIFICIO DE BIBLIOTECA, facultad de música y edificio administrativo, todas obras DEL ARQ. RAFAEL MALDONADO TAPIAS.

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* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente

http://www.elfrente.com.co/web/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=39713&fbclid=IwAR1uevEmK2tWH1RqQcyjPJm7m1ljVCYxk10hBNalO9QkHo1CrS6y0nk-sCM

Como un dolor de muelas *

La nostalgia urbana se vuelca sobre las fotografías de la Bucaramanga de antaño.  Muy a nuestro pesar, en muchas de las fotos del pasado se percibe más que hoy el orden propio de la planificación. La ciudad y su imagen era más clara, más rigurosa, con más unidad y para muchos, más acorde al apelativo de “la ciudad bonita”. Tomemos un ejemplo concreto; los paramentos (que son los límites de las edificaciones en relación a la calle) se planeaban respetando una línea continua, formando así perspectivas y visuales muy bien definidas.  Hoy en cambio, en distintas zonas de Bucaramanga se obliga a las obras nuevas a realizar retrocesos frontales que castigan fuertemente a los propietarios, pero más grave aún, se están produciendo con ello retranqueos de la línea de paramento, cuestión que deriva en que se generan “muelas” entre lo antiguo y lo nuevo, fomentando seriamente la percepción de temor y de inseguridad de quienes habitan la ciudad; pues una calle sin perspectiva clara y con posibles escondites, es una calle que nos parecerá naturalmente más insegura. Esta situación surgió a partir de la última modificación al POT (año 2014) -proceso que fue liderado por las dos alcaldías anteriores-, y afecta toda construcción nueva que se plantee hoy en el Centro, o en el barrio Antonia Santos, o en los bordes de la Av. Quebradaseca, la Cra 9na y la Cra 27.

Ahora bien, si la construcción de nuestra ciudad en sectores está colaborando a incrementar la percepción de inseguridad, ¿puede eso tener implicaciones con respecto a una mayor degradación de áreas céntricas?, ¿puede eso incluso menoscabar la capacidad de creación de nuevos emprendimientos, y por ende de empleos? Es muy probable que así sea, pues tal es la complejidad de lo urbano, en donde las cosas no están sueltas, sino que se relacionan como un sistema.  

En el tiempo de los hombres se suele decir que nunca es tarde para remediar algo, y dependiendo de la voluntad esto puede ser cierto. En el tiempo de las ciudades es un poco distinto. Los errores de planificación que se cometen pueden afectar a miles de personas incluso durante siglos, y es así como forjamos nuestro futuro. Quizás no sea tarde, pero urge una revisión crítica de este y otros muchos aspectos, para asegurar hacia dónde nos dirigimos como ciudad.

Alejandro Ordóñez Ortiz

Miércoles 5 de Junio de 2019

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* Artículo publicado en el espacio de opinión de la Fundación Participar. para el Diario El Frente

http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=38606

Sobre el Parque de los sueños en Bucaramanga

Recientemente visité el recién inaugurado "Parque de los sueños" a la entrada del sector de  Ciudadela Real de Minas en Bucaramanga, realizado por la alcaldía de Bucaramanga, representada por el ing. Rodolfo Hernandez. 

Comparto algunas reflexiones sobre el proyecto:

1) Es muy positivo para la ciudad que, tras años de ausencia, por fin se establezca un parque en este sector tan deprimido; sector que desde los años ochentas fue destruido por las constructoras locales -con la lógica del conjunto cerrado- desestimando completamente el plan original ideado por el arq Germán Samper Gnecco para Ciudadela Real de Minas. El plan ya se hechó a perder, pero al menos, este nuevo espacio público hace algo de eco de lo que es en realidad una ciudadela en términos del equilibrio que debe existir entre el espacio público y las actividades residenciales y comerciales de cualquier sector. Si bien el déficit de espacio público no se solventa (el daño ha sido enorme) el nuevo parque hace un aporte, y resulta más que positivo que en vez de una torre de apartamentos -con nombre en inglés y "sky deck"-, tengamos ahora un espacio abierto y público en contraposición a la exagerada especulación urbana que hemos vivido en esa zona de la ciudad.

2) Es positivo que la intervención no haya costado miles de millones. El precio, a juzgar por el tamaño de la intervención, deja ver un manejo muy adecuado de los recursos públicos.

3) Es notable la presencia de niños disfrutando la zona de juegos infantiles (de excelente calidad por demás). La zona de juegos está bien resuelta. Si bien es pequeña está delimitada claramente con una barrera baja y mediante la incorporación de pisos drenantes y esponjosos ofrece una protección a los niños frente a caídas y accidentes.

4) Hay un problema con el cerramiento del conjunto cerrado vecino llamado Boca Pradera. Algunos vecinos argumentan que se puede generar inseguridad frente a usos inadecuados del espacio público. Si bien el diseño urbano no tiene que solucionar los problemas sociales del mundo contemporáneo sí puede minimizarlos. Un cerramiento más alto, o incluso vegetal u ornamental puede ayudar a resolver este problema sin afectar negativamente el paisaje urbano que el parque irá consolidando.

5) Habían pocos árboles en el lote, por lo que la sombra en el lugar es mínima. Sin embargo en la propuesta se perciben nuevos árboles (al parecer guayacanes rosados o amarillos) en la parte posterior de las estancias. Las ciudades se construyen con tiempo, un tiempo distinto al de los hombres, por lo que es preciso esperar a que esos árboles crezcan y den lo que mejor saben darnos. Una protección metálica a los troncos de los nuevos árboles no les iría nada mal.

6) En el espacio central del parque se constituyó un ágora o escenario al aire libre. El diseño es sobrio, sencillo, y permitirá realizar eventos de buena capacidad. Se estima un aforo entre 300 a 400 personas aproximadamente. 

7) El diseño urbano propuesto, -contrario a otros proyectos que en prensa en algún momento se anunciaron para ese lugar de parte de las alcaldías pasadas- no corresponde a un diseño estrafalario que busque llamar la atención "a gritos". Es un diseño sencillo, que propone un recorrido tipo circuito de sección amplia, generosa para caminar, montar en bicicleta o simplemente dar la vuelta, con cambios de materiales, estancias y zonas y usos claramente identificables. Es satisfactorio que Bucaramanga abandone nombres tontos con que antaño se nombraban este tipo de lugares (caminódromo por ejemplo) y se denomine el lugar como lo que es: un parque. Ahora bien, frente al apelativo "de los sueños", habrá que ver en serio qué se sueña Bucaramanga colectivamente. 

Segregación y precariedad urbana

Segregación y precariedad en vivienda de interés social. La fotografía data del año 2009 en el proyecto "Ciudadela Nuevo Girón", localizado en periferia y en una seria desconexión urbana con el municipio. Su uso es eminentemente resindecial, lo que …

Segregación y precariedad en vivienda de interés social. La fotografía data del año 2009 en el proyecto "Ciudadela Nuevo Girón", localizado en periferia y en una seria desconexión urbana con el municipio. Su uso es eminentemente resindecial, lo que agrava aún más la calidad de vida de sus habitantes, pues no existió en la intención del proyecto, el desarrollar espacios colectivos de encuentro o lugares capaces de soportar usos comerciales o más importante aún, de equipamientos. 

Toda problemática remite a acciones y lógicas que la soportan. La precariedad urbana, como fenómeno presente en los asentamientos y barrios precarios, remite de igual manera a la existencia de un modelo de ciudad, que para el Área Metropolitana de Bucaramanga (AMB), se define por sus características tangibles en un modelo de ciudad dispersa. ¿Qué quiere decir esto en aspectos concretos? Por una parte, la relación entre el campo y la ciudad se ha difuminado a medida que la expansión urbana se da en forma incontenida. Esta expansión, producto de la urbanización, se ha dado en igual medida desde proyectos formales como en asentamientos y barrios precarios. Un ejemplo de ello desde la formalidad, pudiera sintetizarse con el proyecto de vivienda de interés social “Ciudadela Nuevo Girón”, en la periferia urbana del municipio de Girón, una zona caracterizada paisajísticamente por su condición rural y en la que el proyecto de vivienda crea en  las relaciones preexistentes agrarias una nueva problemática, ya que traslada a la periferia una comunidad de escasos recursos, y afecta a una comunidad rural con un proyecto que incluye una cantidad considerable de población, proveniente de otro contexto sociocultural y económico.  

Este ejemplo, sirve de guía para entender un segundo fenómeno presente en la ciudad dispersa: La segregación urbana y social en cuanto a la localización periférica: una comunidad vulnerable y en condiciones de pobreza requiere, para superar su condición de marginalidad,  una localización competitiva respecto a su relación con los centros urbanos (los cuales generan oportunidades como acceso a empleo, educación, recreación, cultura, etc.). La localización periférica y su necesaria dependencia con los centros, deriva así en un mal mayor: la dependencia de una comunidad hacia los sistemas de transporte automotor y las cargas consecuentes hacia el medio ambiente, producto de las emisiones de gas carbónico en la combustión de todo vehículo. Sin embargo, en términos económicos para estas comunidades vulnerables, la localización obliga a la movilidad, (La movilidad obligada es otra característica de la ciudad dispersa), por tanto, los recursos de una familia deben destinarse en mayor medida a solventar esta movilidad hacia los centros, con lo cual los ingresos de estas familias, escasos regularmente, quedan supeditados por fuerza del modelo urbano a grandes gastos monetarios y de tiempo. Esta lógica se produce de igual forma en concentraciones de asentamientos y barrios precarios, tales como el caso del norte de la ciudad, los escarpes de la meseta, la comuna 14 de Bucaramanga (Morrorico), los asentamientos perimetrales a la Transversal Oriental en los cerros orientales de Floridablanca, y demás concentraciones de precariedad urbana presentes en el AMB.

Con todo, existen alternativas desde la formalidad en los proyectos de vivienda de interés prioritario, proyectos que pueden incluir a la mayor cantidad de población residente actualmente bajo condiciones de precariedad urbana. Una es llevar a cabo al interior de los procesos de planificación, estrategias de consolidación de nuevas centralidades para que los proyectos cuenten -como en el caso de verdaderas ciudadelas-, con servicios sociales y de intercambio, tales como equipamientos urbanos, educativos y sociales, así como espacios en donde proyectos productivos puedan llevarse a cabo sin depender en exceso de la movilidad hacia los centros urbanos. Otra alternativa, consiste en afectar por medio de instrumentos de ley los precios del suelo que puedan significar una localización estratégica para llevar a cabo este tipo de proyectos, sea en un nuevo desarrollo o en una renovación urbana. Ambas alternativas a la construcción de un modelo de ciudad más incluyente en el AMB son aún inexploradas, y pueden significar un cambio para el bien de toda la sociedad, al equilibrar las cargas y hacer cierta la utopía de una ciudad más incluyente y justa. 

 

Alejandro Ordóñez Ortiz 

Bucaramanga, Marzo de 2014

 

La casa incompleta: déficit de vivienda y construcción de ciudad*

Construcción informal de vivienda (sin ciudad) sobre el paisaje del centro histórico de Pamplona (N.Santander).

Construcción informal de vivienda (sin ciudad) sobre el paisaje del centro histórico de Pamplona (N.Santander).

Cuando se habla de la problemática de la vivienda en el contexto nacional, dos han sido los principales indicadores que han permitido una mirada científica sobre la situación: el déficit cuantitativo y cualitativo de vivienda. El primero es el resultado de calcular el número de unidades faltantes para que exista una relación 1 a 1 entre hogares y viviendas.  El segundo, intenta medir el porcentaje de hogares que a pesar de contar con una vivienda, carecen de calidad adecuada, ya sea por su tamaño y hacinamiento frecuente, por los materiales inadecuados en pisos y paredes, o por la falta de acceso a saneamiento básico.

Se diría que es imposible garantizar vivienda digna de no atenderse ambos factores estructurales. Lamentablemente, y como veremos en el contexto colombiano, las políticas públicas están en deuda sobre el particular, pues en todo caso, y a pesar de la locomotora que jalona la construcción multitudinaria, la satisfacción de una demanda no significa la plena satisfacción de una necesidad. En los años 90 Doris Tarchópulos y Olga Ceballos lamentaban la inexistencia de un cuerpo teórico sólido en torno a estas reflexiones, que pudiera a su vez alimentar las políticas públicas sobre vivienda. Hoy, a pesar de los avances paliativos del déficit cuantitativo, y más aún de los avances teóricos en torno a esta reflexión,  no es posible hallar un modelo que integre factores urbanísticos, arquitectónicos y sociales para solventar el déficit cualitativo. Se construyen más viviendas de interés social que nunca, es cierto, pero sin desconocer la importancia que tienen los indicadores, el abordaje de la problemática de vivienda desde esta óptica estadística ha llevado a plantear las alternativas en función casi exclusiva del incremento de la oferta en la vivienda de interés social; este enfoque se torna más preocupante aún, ya que la vivienda no ha sido asimilada como el atributo urbano que es, es decir, su calidad ha estado en función de un indicador que deja por fuera la construcción de ciudad, y por ende, de  sociedad.

Consterna comprobar que la mayoría de viviendas otorgadas por el gobierno mediante el decreto 1921 del 2012, siguen reproduciendo un modelo de exclusión y segregación urbano espacial, pues se construyen en la periferia de las ciudades (que bajo la lógica mercantil de producción, son aquellos suelos periféricos los que permiten, por su bajo costo, un cierre financiero competitivo), desconectadas así de los polos de producción, oportunidades y desarrollo, factores necesarios para la dejación de la pobreza. Las cifras del gobierno, optimistas entonces por cantidad, no dan cuenta de criterios fundamentales como la accesibilidad o la conectividad con el tejido urbano de la ciudad, inestimables para estructurar así una localización competitiva; tampoco evidencia el acceso a servicios y usos del suelo complementarios, la articulación con  el espacio público y el paisaje, o la relación con el equipamiento comunitario fundamental como escuelas, centros comunitarios y guarderías. La política pública se revela así insignificante, en el sentido exacto de la palabra. La locomotora que reproduce sin término la misma vivienda incompleta, se ve además condicionada por la urgencia de la meta autoimpuesta por el gobierno. Se dan subsidios que obligan a hacer viviendas en las que solo importa el cierre financiero, esto es, un mínimo de metros cuadrados que hacen posible dicho cierre, con la consecuente pérdida de calidad. En este círculo de insatisfacción y precariedad, tanto la empresa privada como los informales están construyendo, en su mayoría,  amplias zonas de viviendas sin ciudad.  

 

Alejandro Ordóñez Ortiz

Bucaramanga, Noviembre de 2014

 

*Artículo publicado originalmente en el Informe de Calidad de Vida de la Red de Ciudades Cómo Vamos.